lunes, 17 de diciembre de 2012

planetas.

Lo que ocurre con el amor es que cada persona amada es un territorio nuevo y desconocido. Somos astronautas viajando entre planetas. Hay planetas a los que llegamos y nos damos cuenta de inmediato que no hay oxígeno ni agua ni nada, solo rocas frías y arena. Hay otros en cambio llenos de paraísos indescriptibles, en los que nos tenemos que quedar por mucho tiempo, en los que tenemos tanto que explorar y de los que nos vamos seguros de que nos faltaron por descubrir innumerables tesoros.

Hay algunos planetas que oponen resistencia a ser descubiertos por nosotros. Se muestran a sí mismos cual desiertos inhóspitos... pero discretos, abren las flores de sus cactus cuando se dan cuenta que no venimos a colonizar, venimos a habitar.

Nunca conoceremos al otro. Nunca podremos conocer todas sus dimensiones, su profundidad. Nunca serán nuestros todos los tesoros... pero si podemos maravillarnos con su grandeza, con todo aquello que la vida -y el otro- nos dejen ver.

La mayor parte de la vida uno se la pasa en una nave en medio del vacío... cada planeta esta muy lejos uno de otro, y a veces toma años el recorrido. Pero cuando uno puede conocer a alguien, es un milagro consumado.

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