sábado, 13 de marzo de 2010

bla bla bla...

Historias del metrobus...

Ayer el metrobus estaba HASTA SU MADRESISIMA. Como pocos días... y eso que siempre esta hasta la madre. Hordas de gente entraban en cada parada. Y salir parecía imposible. I M P O S I B L E.

Por supuesto que yo iba en la parte delantera. Con las mujeres, los ancianos y los ninhos.  Pero sobre todo eran mujeres. Decenas de ellas se apretaban unas contra otras para poder llegar a sus trabajos y a sus casas. Yo iba a una cantina.

El caso es que al acercarme a mi parada, empece estrategicamente a acercarme a la puerta y quede mas o menos en frente una parada antes de bajarme. Todas hacían la misma estrategia y una chica que también bajaba quedo justo adelante de mi.

Era una chica como de 19 o 20. Alternativa, pelo muy corto. Yo estoy enana, pero ella era casi un hobbit. El caso es que estaba lindisima la mujer. Y su espalda quedo aplastada contra mi cuerpo. Su cuello quedaba en mi boca. Y su oreja.

Por supuesto que yo me apretaba contra ella lo mas que podía. Moría por besar su oreja. Y por supuesto que a ella no le parecía incomodo porque como es la sección de mujeres nadie puede dar el arrimon mal intencionado.

Entonces pense en lo represivas que son ese tipo de políticas quesque de genero. Separar hombres de mujeres tiene por objetivo hacer cuerpos asexuados. O sea, estoy de acuerdo en que los hombres abusan y a la menor provocación están embarrando el camarón. Pero QUE si una quisiera que se lo embarraran. Al final, esta política "feminista" acaba siendo una estrategia mas del poder para controlar los cuerpos. Una estrategia biopolitica.

Pero no considera que lo homoerótico escapa de esas normatividades.

O sea que al final esas políticas solo benefician a mujeres lujuriosas como yo que disfrutan apretadas contra los cuerpos de decenas de mujeres. Dios mio que calentura.


...



Ahora si ya me la mame haciendo un post de "la vieja sucia". Y ademas de todo justificándolo con un choro queer... que divertido es subirse al metrobus!

viernes, 12 de marzo de 2010

la belleza esta en la piel
ahi tambien esta un colibri

las caderas son un piano

el amor nunca es ciego ni sordo
pero si es avaro

los ojos caen como gotas de lluvia
           como edificios en terremoto

las manos se tocan las manos
las voces ladran

mitad humano mitad camaleón
dos cabezas piensan mejor que una

la belleza esta insomne
(también el colibrí
y el minotauro)

en el charco aparece la voz

jueves, 11 de marzo de 2010

Los peligros de los estereotipos....



Gracias a Yasnaya por este link. Hermoso, certero y honesto.

Arte publico y pensamiento postanarquista




El arte público contemporáneo, en tanto desarrollo visual en la esfera pública, responde ineludiblemente a la trayectoria delineada en la última mitad del siglo XX por la filosofía política contemporánea, en los estudios sobre el poder hechos por el pensamiento post estructuralista, específicamente en las aportaciones de filósofos como  Deleuze, Foucoult y Lyotard, en donde la locura, la sexualidad, el psicoanálisis, la arquitectura y el arte han sido objeto de su crítica a situaciones concretas de opresión. 
Está claro que ellos han marcado una fuerte distancia de la tradición marxista y quizá por eso mismo es que algunos pensadores como   Christian Ferrer o Todd May reconocen que esta elaboración de una crítica del poder puede vislumbrarse en relación directa con la tradición de la teoría anarquista, en cuanto a  critica de la representación más que programa político; es decir, retomando la tradición anarquista –particularmente a Bakunin y Kropotkin- como pensamiento teórico más que ideológico y conectándolo con el posestructuralismo francés como un entramado filosófico que ha ofrecido un análisis complejo de la opresión a través de sus micropolíticas. Entendido así el anarquismo, puede recuperarse como un pensamiento teórico más que ideológico y al anarquista como un practicante de la libertad más que un líder político, un anarquismo no ideologizado es quizá eso que nosotros llamamos pensamiento postanarquista, una estrategia de formación de zonas temporalmente autónomas, alimentado por artistas, pensadores, programadores y ciudadanos en general, es decir, avatares del caos que no esperan sentados a la utopía sino que construyen sus propias identidades, dilucidando un nuevo mapa de la ciudad, un paisaje desterritorializado que se mira a sí mismo, en una infinidad de travesías, del espacio público al privado, de la universidad o el museo al mall o al parque temático, de los cinturones de miseria a los centros de la opulencia, del desabasto al desperdicio, de lo íntimo a lo espectacular, de la caminata al helicóptero. Una visión de hábitat, una revisión de eso que Felix Guattari llamaría prácticas ecosóficas a partir de la producción del arte contemporáneo.
La ciudad es el espacio de confluencia global. En ella se desarrollan casi todos los procesos sociales y culturales de la era contemporánea. El siglo XXI se vislumbra como un periodo en el que se abandonarán los espacios rurales para dar paso a la constante migración de poblaciones a espacios urbanos y suburbanos. La ciudad funciona como un complejo nudo de posibilidades culturales, donde lo humano implosiona para concentrarse en un punto, mientras que al mismo tiempo se expande hacia nuevos territorios que poco a poco se urbanizan más y más. El paisaje urbano es un lugar en el que se suman una gran cantidad de acciones, decisiones y pensamientos individuales que se entretejen y se disparan como líneas de fuga hasta conectar nuevas acciones, decisiones y pensamientos.  La ciudad es el gran rizoma, que se conecta con otras ciudades-rizoma y con otras redes que también son urbanas pero que se desarrollan en territorios virtuales como la telefonía, la televisión satelital y el internet. La ciudad es el espacio intersticial, donde conviven todos los mundos posibles, contaminándose unos a otros al mismo tiempo que se rechazan, como una compleja maquinaria de elementos imantados cuyos polos unas veces se atraen y otras se repelen. Así como la ciudad es implosión y explosión a un mismo tiempo, la urbe abre redes y cierra fronteras. Es rizoma pero también es división, conecta pero separa. Por ejemplo, es en las urbes donde las fronteras entre las clases sociales son más evidentes. Santa Fé en la Ciudad de México es uno de los ejemplos más dramáticos de esta división, por un lado, en esa área se han colocado todos los grandes corporativos nacionales, haciendo gala de arquitecturas contemporáneas que cada vez más transforman el paisaje metropolitano, sin embargo desde los altos edificios corporativos pueden verse los barrios aledaños localizados en las barrancas que constituyen hectáreas y hectáreas de villas miseria. Conductores en autos de lujo comprando chicles a menores de edad que viven en las calles. La ciudad es centro y periferia, es inclusión y exclusión, la ciudad está en el intersticio.
Las experimentaciones de arte público  son sin duda búsquedas en espacios liminales que se mueven entre el territorio del arte y el territorio de la cotidianidad urbana, haciéndose a veces invisible la frontera entre activismo y arte, entre diseño gráfico y arte, entre arte y arquitectura o arte y educación. Igualmente, el arte emplazado en espacios públicos dialoga inevitablemente entre lo público y lo privado pues revela la postura de un individuo frente a su comunidad.
El arte público puede funcionar como espacio de interacción social, como posibilidad de conectividad entre polos aparentemente opuestos, entre clases sociales o incluso entre grupos étnicos enemistados. El arte como intersticio social se asume como un arte que rompe fronteras para conectar mundos posibles, o lo que Nicolás Bourriaud ha llamado Estética relacional, es decir, una conexión, un estado de encuentro, lo que en nuestras ciudades amuralladas por divisiones sociales puede funcionar como un puente de reconciliación social y una forma de creación y resignificación de identidades. Sin embargo, no todo el arte público genera intersticios sociales, mucho de este, al contrario, es emplazado por el propio sistema hegemónico para legitimizarse o acrecentar su poder político o económico. Es el caso de las efigies de los caudillos cuyo objetivo es la legitimización y el encumbramiento de los símbolos del poder. También es el caso de las llamadas “esculturas corporativas” que si bien no legitiman a personajes de las esferas del poder político, si contribuyen a acrecentar la sensación de grandeza económica de los grandes emporios trasnacionales, que, en la locura de la autocomplacencia y el derroche, invierten en grandes esculturas que juegan con sus espacios arquitectónicos o incluso abren museos privados en plazas comerciales. Así, si no todo el arte público abre intersticios sociales, todo el arte público es político en la medida en la que se desarrolla en la esfera pública. Por su parte, el arte público que sí genera espacios de intersticio, dialoga con lo político desde perspectivas que van desde la poética hasta el activismo, pasando por la creación de redes de intercambio y la apropiación de medios masivos de comunicación.
El arte que sale de la galería y el museo tiene la oportunidad – responsabilidad de dialogar con ciudadanos que no necesariamente cuenten con las herramientas intelectuales que los asiduos visitantes de museos. En ese sentido, ese diálogo se entabla a partir de la propia experiencia urbana más que de la formación académica. Así, las investigaciones artísticas en el espacio público abren espacios de reflexión y análisis experiencial, relacionando entorno y hábitat con dimensiones afectivas y humanas.
Latinoamérica se ha convertido en una de las potencias mundiales en cuanto a producción de arte en espacios urbanos se refiere, sobre todo aquel tipo que tiene un interés libertario y critico evidente; pues es este un territorio de desigualdades y posibilidades, rico y fértil para la transformación, donde la planeación urbana ha carecido en proporciones desorbitantes. Ciudades en vías de desarrollo que nunca llegan a éste, distopías monstruosas dispuestas de devorarse a sí mismas en las que los artistas no han encontrado suficiencia en apoyos financieros y políticas para el arte público, pero que han encontrado grietas por las cuales moverse y desarrollar sus proyectos, espacios de libertad no propositiva sino accidental entre los cuales se puede decidir entre poner un puesto de piratería ambulante o hacer una instalación de arte. En estos territorios, el arte público ha contribuido de manera fundamental a la formulación de prácticas asociadas con el activismo social que han impulsado el desarrollo del área. Los manifestantes en las marchas políticas –sindicales, ciudadanas, ecologistas, gay, partidistas de izquierda, etc.- han recuperado estrategias del performance y el arte público desarrolladas desde la década de los setentas por artistas. Hoy en día los manifestantes utilizan el lenguaje visual como un lenguaje de protesta, reapropiándose del arte contemporáneo al crucificarse simbólicamente, desnudarse o diseñar esculturas y pinturas móviles que los acompañan, al disfrazarse y apropiarse de los símbolos del poder para resignificarlos y recodificarlos, desde un espectro de transformación libertaria y postanárquica.
De igual forma, el arte público abre planteamientos para el desarrollo de un nuevo urbanismo, centrado en la escala humana, respetuoso y promotor de la diversidad, liberador, espontaneo, lúdico y ecologista. Un arte para la elaboración de dinámicas urbanas que no estén acotadas únicamente por la sociedad disciplinaria o de consumo, sino que respondan a necesidades de intercambio no productivo ni especulativo, sino afectivo e intelectual. Un arte que no espera sentado a la utopía sino que recrea e inventa las utopías dentro de calles, avenidas, parques y plazas públicas, Un arte que no cree en la revolución, sino en la revuelta y en la fiesta. Un arte efímero, que conecta, golpea y huye, que no alude a discursos grandilocuentes sino que se alimenta de experiencias cotidianas. Una producción cultural que contraviene a las producciones dictadas desde el poder y los medios de comunicación pero que en vez de tratar de escapar de ellos, los aprovecha y los reconfigura sin que ellos lo perciban. No un arte politiquero ni sentimentalista, sino un arte que asume la política como estrategia de vida, de convulsión y caos.

De la utopía a las heterotopías.


miércoles, 3 de marzo de 2010

Tandem

Una bicicleta tandem es la vida con Lisa.

Alegria, sol y flores del campo con una campanita.

lunes, 1 de marzo de 2010

El Proyecto

Era un hombre humillado, maltratado, herido. Era un hombre miserable. Una vida tragada, devorada y digerida por las oficinas y los negocios. Devorado por la institución patriarcal. Tenía una esposa y un hijo y ambos lo torturaban todos los días con su estúpida presencia. Odiaba a su familia. Odiaba a los vecinos. Su voz se había convertido en un oscuro grito legal. Sus canciones eran facturas. Sus caminatas eran paseos nocturnos alrededor de la mesa. No era un león enjaulado, era una hiena enjaulada.

Tenía todo un arsenal de malas experiencias a quienes culpar por su dolor. Dolía tanto todo. Su pasado se anunciaba frente al espejo todos los días, un pasado trágico, como el de todos los seres humanos.

Sabía que su pasado era igual que su futuro: doloroso, dramático y oscuro.

Era un hombre sin esperanza. No era culto, no era rico y no era guapo. No iba al cine ni al parque ni leía un libro. Ni siquiera era feliz en las fugas de la eyaculacion. Su pene se negaba a levantarse. Era un pene humillado, maltratado, herido.

Era neurótico. Gritaba y pegaba. Escupía. Insultaba. Humillaba. Trataba de esclavizar a los otros en el trabajo o en la casa. Sólo pisoteando a otros sentía unos breves instantes de placer, pero nunca de felicidad o alegría. Era mexicano, clase media baja, conducía un shadow 93. Era ingeniero. Hace años había dejado de ser joven. No podía decir que hubiese sido feliz en la juventud, pero tenía mas pelo.

Su mujer era una gorda alcohólica de escote. Su hijo era guapo, pero también era infeliz.

Vivía en la casa de su madre. Se quedo ahí como una forma de venganza. Su insoportable presencia era una venganza contra su madre muerta. Contra su padre muerto. Contra sus hermanos vivos.

Contra todo lo que le recordara a sí mismo. Su presencia era una venganza contra sí.

Los hermanos trataban de sacarlo de esa casa, de esa jaula. Pero la hiena mordía cada vez que la puerta se abría. La hiena se devoraba a si misma, mordía su propio cuerpo carroña.

Era un hombre disciplinado. Hubiera podido ser soldado. Hubiera deseado ser soldado. Que alguien le ordenara asesinar, porque a pesar de desearlo con toda su alma era incapaz. El crimen también requiere valentía y el era un cuerpo sometido y asustado, pero aun así era un hombre disciplinado.

Entonces supo. Incapaz de asesinar, incapaz de suicidarse, incapaz de perdonarse, emprendió El Proyecto. Por primera vez en su vida las horas dejaron de ser facturas mezcladas con ansiedad y se convirtieron en sentido. El Proyecto paso de ser una ocurrencia rabiosa a una acción repetitiva y monógama que lo liberaba.

La casa en la que vivía tenía la culpa de todo: era su pasado, era su presente y era su futuro. Entonces, la claridad había llegado: había que destruir la casa.  Pero no podía ser un acto violento. Su vida, como su casa, no habia sido destruida de un momento a otro, sino se había desmembrado con absoluta puntualidad: poco a poco. El Proyecto consistió en tomar un cincel y sentarse. Y sacar, uno a uno cada uno de los ladrillos de las paredes, enteros pero inservibles.

En el patio, fue acomodando los ladrillos, ordenadamente, meticulosamente, en forma de un cuadrado. En la retórica de la construcción/destrucción/construcción los acamodó desde adentro, como haciendo una habitación minúscula donde guardar el odio,  y cuando terminó, se dio cuenta que había olvidado dejar una puerta.

La hiena murió asfixiada.