Los danzantes aztecas se encontraban en pleno zócalo celebrando su actividad conocida como "chimalear" (en nahualt el Chimalli es el escudo, la acción de "chimalear" por lo tanto, implica la acción de voltear el escudo de defensa del guerrero y usarlo como gorrito para colocar las monedas que el amable publico ofrece por tan digno y folclórico espectáculo) cuando, en medio del estado de éxtasis provocado por la danza "Tetl" (tacatacatan, tacatacatan, tacatacatan,tan,tan,tan -léase cada "tan" como un golpe al tambor huehuetl), cuando se escucho un gran ruido en el centro del circulo sagrado.
La tierra comenzó a temblar y las lozas comenzaron a separarse: se abría como una gigantesca flor de concreto. Como una bomba atómica los danzantes fueron lanzados concéntricamente; los caracoles, el saumerio, las bolsitas de piel, las semillas, las flores y los huaraches que hacían de altar volaron junto con el tambor y el tamborero, haciendo una fotografía tan hermosa como la de Hiroshima. Todo sucedió en milésimas de segundo hasta que finalmente la bellisima nariz naranja asomo sus fosas mecánicas. El metro, poseído por el espíritu de Huitzilopochtli cobraba venganza y emergía de los abismos del Mictlán para llevar a sus tripas-pasajeros al epicentro de la cultura mexicana. Ahí, donde les quemaron las patas al Peje y a Cuauhtémoc.
2 comentarios:
wuau! qué buena imagen... agradable, ah! y aplausos por el paréntesis sobre el escudo... instructivamente divertido.
AYYY!! Otra vez me sacas lágrimas de la risa. Especialmente tu entrada en el diccionario del verbo "chimalear". Y más risa me da leer tu entrada hoy, que acabo de despertar del sueño donde estábamos otra vez haciendo el ridículo danzando "mailinalli / tezcatlipoca" y yo nomás rezaba porque no pasara un conocido...
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