martes, 3 de marzo de 2009

volar

los aviones son lo mas lejano a la experiencia de volar.

El imaginario colectivo asigna a la capacidad de volar las propiedades de la libertad, de la plenitud y de la espiritualidad. Volar es en nuestros sueños la experiencia mas cercana a la liberación total. Levantar los pies de la tierra es la fantasía, alejarme, verlo todo desde arriba, llegar a otras tierras, acechar a la utopía. Dios no esta en el cielo por un asunto de gratuidad. Es un asunto geográfico. Es el único lugar en donde cabe. El cielo es la inmensidad. Es el espacio sin fronteras.

Pero uno llega al aeropuerto y es en donde la frontera se impone con mayor violencia sobre nuestros cuerpos. Quitarse los zapatos, hacer filas, checar el pasaporte, pagar los impuestos, cambiar dinero. Un irremediable miedo nos ataca, podríamos ser confundidos por terroristas, por migrantes o por simples indeseables. Toda frontera implica la posibilidad del encierro.

Luego el duty free. Todos los países convertidos en el escaparate del espectáculo. Los perfumes, los alcoholes, los puros, los periódicos y el souvenir. Todo el planeta es encarcelado en la pulcritud y la belleza de una arquitectura impersonal, no solo el no-lugar, sino el lugar del espectáculo.

Todos llevan sus maletas, una ligera prisa recorre el lugar. Las bandas caminadoras se atascan. Hay ventanas inmensas desde donde se ven los aviones, pero el vidrio se revela como la frontera artificial. Hay muchos accesos denegados. Debo de ir hacia donde van todos. Pausa en el baño y el deseo de cometer algún delito. El deseo de la resistencia a esa arquitectura aparece con mayor fuerza en el baño. Inhalar una linea de coca, tener sexo con algún extraño, hacer un graffiti. Pero nada de eso se comete por el irremediable temor a que el panóptico tenga una cámara tras el retrete que me mira el culo.

Subir al avión.

"Por dentro, la inmovilidad de un orden. Imperan aquí el reposo y el sueño. No hay nada que hacer, se encuentra uno en el estado de razón. Cada cosa esta en su sitio como en la Filosofía del derecho de Hegel" dice De Certeau del tren. Es mas ordenado aun el avión. Audifonos, almohada. No levantarse de su lugar. Un ligero miedo mezclado con el secreto deseo de que el avión se caiga y la vitalidad del vuelo regrese a la experiencia.

Las nubes no significan nada, aburren. Solo el proyecto de occidente tuvo la capacidad de hacer del vuelo algo tedioso. El alcohol es el único espacio de libertad, pero es un espacio de simulación. El avión es el panóptico. En el cielo Dios no me observa: son las azafatas, los turistas y la arquitectura.

Al bajar de la maquinaria me encuentro en estado de jet lag. Mi alma no ha viajado conmigo y mi cuerpo esta agotado. Otra vez el pasaporte.

3 comentarios:

Violeta Vázquez-Rojas dijo...

"Solo el proyecto de occidente tuvo la capacidad de hacer del vuelo algo tedioso"
... qué bien lo dices.

Yo siempre quise volar bajito, a unos centímetros del suelo, un vacío poquito, un vuelo todavía terrenal. algo más como "caminar acariciando".

A veces pienso que eso de hecho se puede. Le llaman "bailar" aunque no siempre bailando se logra.

Guergana Tzatchkova dijo...

¿a donde? ¿estás por aquí?

Larisa Escobedo dijo...

no, nomas acordandome... y creo que con la crisis no voy a volver a europa nunca... a quejarme del avion desde la ruta...