miércoles, 6 de enero de 2010

sobre lo espiritual

Yo siempre he creído que uno debe tener su vida espiritual. Hablar con los poderes ocultos. Gozar del milagro de la vida.

Cuando fui adolescente busque la manera de satisfacer mis necesidades espirituales como pude. Primero estuve en un grupo de danza azteca y me volví re jipi. Ahi conoci a algunas de mis mejores amigas. Pensabamos constantmente en la madre tierra y en la memoria de los antepasados. Pero pronto resulto inutil. Esa forma de vida no correspondía con mi realidad, las jerarquias de esos grupos comenzaron a hacerse evidentes a través de sus discursos bélicos -ser un guerrero, obedecer al jefe, idolatrar al general-... todas esas formas espirituales eran honestas, pero también ocultaban deseos de dominación y venganza, y sobre todo, el cocowash.

Después conocí a un poeta. Tome un curso con el de cine, pero mas que hablar de películas hablaba de jesús y la biblia y sus significados. No era fácil desechar sus opiniones, pues la elocuencia de sus palabras de poeta ayudaban a que todo se oyera hermoso y profundo. Hablaba del significado del dolor y de la redención, de Tolstoi, de Illich, de Tarkovski. Muy pronto me encontré pensando en cristo. En lo que significaba pertenecer a una cultura judeo-cristiana y en la relación entre las iglesias y la revolución. La eucaristía me parecía un ritual hermoso e incluso tome la hostia un par de veces -a pesar de no estar bautizada y nunca haber tenido una educación religiosa. Pero así como el cristianismo -sobre todo el de los místicos del desierto- conectaba con mis ideas de revolución y de libertad, era imposible no pensar en la forma en que las instituciones eclesiásticas habían transformado la historia de occidente en una historia lamentable, de esclavitud, de aniquilación del otro, de misoginia, de tortura y de colonialismo. Por mas que me hiciera de nuevo el cocowash de que eso lo hacian las pesonas y no las ideas de cristo, pronto resulto insostenible.

Después de eso, ya no he tenido ningún acercamiento a lo religioso de forma tan pasional. Por que se, que a pesar de que la fe se siente deliciosa, tarde o tremprano pasa por la aniquilación de la libertad. Para mi, lo espiritual es importante, pero debe ser un proceso personal, nunca institucional.

Mi generación es un cumulo de gente deseando tener una vida espiritual, pero yo creo que ese vacío contemporáneo no se llenara con iglesias ni dioses ni rezos, sino con crecimiento personal y honesto.

6 comentarios:

Diábolo dijo...

Bien lo dices al final: el crecimiento espiritual contemporáneo se reduce al crecimiento personal, en el mejor de los casos honesto (aunque la honestidad no sea, definitivamente, uno de los valores importantes actualmente). Nunca como ahora el concepto de espiritualidad estuvo tan ligado a conceptos como individualismo, nihilismo y misantropía. La ironía está en que estos conceptos que durante tanto tiempo se pensaron opuestos, ahora son afines y complementarios.

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Mutsk Len dijo...

Mi relación con lo sagrado, que creo que a eso le puedo llamar vida espiritual, ha sido un poco ecléctico, por un lado una abuela hija de catequistas mixes y católicos, por otro un abuelo que de niño quiso ser nahual y que me contaba cómo el agua y la tierra se manifiestan a través de las serpientes. Después me dijeron que a eso le llamaban sincretismo. Las personas que administraban mi relación con lo sagrado fueron distintas también: las lecturas de Santa Teresa que una monja me dirigía y la impresión que me causó el chamán cuando leyó mi destino en unos granos de maiz de cosecha nueva; la emoción del día de mi primera comunión y una inclinación al misticismo que pienso ahora rayaba en lo cursi; la concepción sobre el mundo de los muertos que no podía ser más mesoamericana. De ambas relaciones aún me quedan secuelas hasta hoy: la incapacidad involuntaria de comer carne los viernes santos y mi negación sistemática y absurda a viajar un día de muertos.
Pero luego crecí y descreí, comencé por pensar que nadie debía administrarme lo sagrado a cuentagotas y a modo, que la relación debía ser directa entre lo sagrado y yo, así, sin intermediarios. Después también un poeta me habló de Dionisios y exploré y exploré hasta que llegué a la conclusión de que los entes del mundo sagrado no eran reales. Y me dije atea.
Ahora ya no pienso ni lo uno ni lo otro, ahora no me importa mucho si existe o no lo sagrado, si el nahual o el querubín son reales o no. Me importa más bien el proceso mediante el cual los humanos sacralizamos el mundo y me interesa particularmente porque creo que es un proceso mediado por la belleza, por la estética diría yo si supiera mejor lo que esa palabra significa. Desde entonces santifico mis fiestas, las que he elegido, sacralizo las palabras y las cosas, les rindo culto de algún modo que me parece bello. Después de todo, todo es suceptible de ser sacralizado, de ser transformado mediante un artificio.
No sé si eso sea precisamente tener vida espiritual, pero me gusta a ponerme a pensar en lo que sacralizo y la manera en que lo hago, no solo en los objetos o en la sensaciones, sino también en las relaciones que establezco con el mundo y con los otros. Me gusta el ritual y me gusta ritualizar. Y a eso le he llamado tener una vida interior; no sé si uno debiera tener una vida espiritual o más bien una vida interior o si hay siquiera alguna diferencia entre ambas.
Gracias por hacer que me pregunte con tus escritos.
Elena

Violeta Vázquez-Rojas dijo...

Te tenías bien guardadito lo de la hostia, cristiana de closet!

La religión y la espiritualidad definitivamente no son lo mismo, como no son lo mismo la religión y la iglesia (o "sus administradores", como bien los llama tú y Elena).

Supersticiosa, sí, religiosa, no, y espiritual me vuelvo cuando me sacan el tapete de abajo de los pies y no tengo dónde pararme. Igual que Elena, me autonombraba atea, pero a quién quiero engañar si cuando ve a San Judas se me hace el corazón de pollo y diario la vida me confirma que algo como Dios sí existe.

Larisa Escobedo dijo...

elena. gracias por compartir. no me gusta la palabra atea. es tan pobre. me gusta imaginar otras cosas, otras espiritualidades. me gusta siempre lo que queda oculto. lo que no se puede decir. nos gusta sonhar y ser sonhados.

Si me tenia guardadito lo de que pensaba en cristo. lo pense mucho.

al final, creo que lo que dice efrain es muy cierto, la idea de lo espiritual ahora necesariamente pasa por el individualismo. una vida interior que se comparte pero no se discute. una vida interior que no se vuelve dogma.

saludos a los tres. con mucho espiritu.

Ana Jácome dijo...

Para mí hoy lo espiritual tiene tanto que ver con lo material, en el sentido en que todo el tiempo trato de ser en mi propia materia, saber qué siente y qué rechaza, qué gusta y qué intenta mi materia. Sólo así lograré saberme unidad algún día y tal vez, pueda vislumbrar el todo.

Y jamás apostaría encontrar eso en alguna institución, eso que ni qué.

Saludo mi lars