Era un hombre humillado, maltratado, herido. Era un hombre miserable. Una vida tragada, devorada y digerida por las oficinas y los negocios. Devorado por la institución patriarcal. Tenía una esposa y un hijo y ambos lo torturaban todos los días con su estúpida presencia. Odiaba a su familia. Odiaba a los vecinos. Su voz se había convertido en un oscuro grito legal. Sus canciones eran facturas. Sus caminatas eran paseos nocturnos alrededor de la mesa. No era un león enjaulado, era una hiena enjaulada.
Tenía todo un arsenal de malas experiencias a quienes culpar por su dolor. Dolía tanto todo. Su pasado se anunciaba frente al espejo todos los días, un pasado trágico, como el de todos los seres humanos.
Sabía que su pasado era igual que su futuro: doloroso, dramático y oscuro.
Era un hombre sin esperanza. No era culto, no era rico y no era guapo. No iba al cine ni al parque ni leía un libro. Ni siquiera era feliz en las fugas de la eyaculacion. Su pene se negaba a levantarse. Era un pene humillado, maltratado, herido.
Era neurótico. Gritaba y pegaba. Escupía. Insultaba. Humillaba. Trataba de esclavizar a los otros en el trabajo o en la casa. Sólo pisoteando a otros sentía unos breves instantes de placer, pero nunca de felicidad o alegría. Era mexicano, clase media baja, conducía un shadow 93. Era ingeniero. Hace años había dejado de ser joven. No podía decir que hubiese sido feliz en la juventud, pero tenía mas pelo.
Su mujer era una gorda alcohólica de escote. Su hijo era guapo, pero también era infeliz.
Vivía en la casa de su madre. Se quedo ahí como una forma de venganza. Su insoportable presencia era una venganza contra su madre muerta. Contra su padre muerto. Contra sus hermanos vivos.
Contra todo lo que le recordara a sí mismo. Su presencia era una venganza contra sí.
Los hermanos trataban de sacarlo de esa casa, de esa jaula. Pero la hiena mordía cada vez que la puerta se abría. La hiena se devoraba a si misma, mordía su propio cuerpo carroña.
Era un hombre disciplinado. Hubiera podido ser soldado. Hubiera deseado ser soldado. Que alguien le ordenara asesinar, porque a pesar de desearlo con toda su alma era incapaz. El crimen también requiere valentía y el era un cuerpo sometido y asustado, pero aun así era un hombre disciplinado.
Entonces supo. Incapaz de asesinar, incapaz de suicidarse, incapaz de perdonarse, emprendió El Proyecto. Por primera vez en su vida las horas dejaron de ser facturas mezcladas con ansiedad y se convirtieron en sentido. El Proyecto paso de ser una ocurrencia rabiosa a una acción repetitiva y monógama que lo liberaba.
La casa en la que vivía tenía la culpa de todo: era su pasado, era su presente y era su futuro. Entonces, la claridad había llegado: había que destruir la casa. Pero no podía ser un acto violento. Su vida, como su casa, no habia sido destruida de un momento a otro, sino se había desmembrado con absoluta puntualidad: poco a poco. El Proyecto consistió en tomar un cincel y sentarse. Y sacar, uno a uno cada uno de los ladrillos de las paredes, enteros pero inservibles.
En el patio, fue acomodando los ladrillos, ordenadamente, meticulosamente, en forma de un cuadrado. En la retórica de la construcción/destrucción/construcción los acamodó desde adentro, como haciendo una habitación minúscula donde guardar el odio, y cuando terminó, se dio cuenta que había olvidado dejar una puerta.
La hiena murió asfixiada.
2 comentarios:
hoy no voy a decir más: genial.
Muy bueno Lars, me atrapaste y tiene tu sello (fantástica la construcción/deconstrucción/construcción)realmente me agradó. Saludos.
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