lunes, 20 de agosto de 2012

generación dolida

Somos una generación perdida. No por el alcohol y las drogas, como nos querían hacer creer. Sino por el amor y el desamor. Tenemos 30 o más. Somos medianamente jóvenes, medianamente exitosos. Medianamente felices. Conocemos el mundo, hemos viajado. Hemos hecho búsquedas en nuestros yos internos a través del arte, la música, el yoga, las plantas de poder, la inmersión en la tecnología, las protestas, el cine... Sabemos muchas cosas, somos inteligentes, somos sensibles y atractivos.

Pero estamos muy solos. Hemos buscado desesperadamente el amor, lo hemos encontrado, nos ha encontrado a nosotros, y luego, nos hemos ofuscado.

He hablado con mis amigos y todos, todos, nos sentimos tremendamente solos y desorientados.

Salvados por momentos gracias a la fiesta o a enamoramientos fugaces, pero en general, somos una generación del fracaso.

A nuestra edad, miles de generaciones pasadas de hombres y mujeres estaban en la plenitud de su vida: nosotros lo estamos, o eso se supone, pero tenemos un desamor constante y continuo. Un dolor en la espalda. Una certeza de infelicidad. Con pareja o sin ella, todos estamos lastimados, caminamos sin sentido, queriendo devorar a los otros.

Por eso somos la generación que más ha amado la historia de los zombies.

Necesitamos los cerebros de los demás porque sino nos sentimos muertos en vida. Necesitamos la adrenalina del amor, la adrenalina del deseo.

Somos una generación tóxica. Dolida hasta el culo. Solitaria y ajena.

Nos gusta el mundo, pero no parece estar hecho para nosotros. Somos adolescentes eternos, nos falta algo y no lo encontramos por ningún lado.

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