Mi abuela murió de vieja, me duele y me seguirá doliendo su muerte, la comprendo pero me hacen falta unos abrazos de vez en cuando. Escuchar su voz. Tratar de entender. No se de que murió ni como, pero estaba enferma de diabetes y de alzheimer.
El alzheimer es un proceso intenso, doloroso. Pero también es un proceso feliz. Un buen día mi abuela pareció haber olvidado el dolor y la moral, los ojos le brillaban distinto, parecía plena. Otro día olvido mi nombre. O controlar el esfínter. Fue víctima de la locura humana a su alrededor.
Hace unas semanas el escritor Hugo Claus fue sometido a un procedimiento de eutanasia tras haberlo decidido después de ser diagnosticado con la enfermedad de alzheimer. No me cabe la menor duda de que la legalidad de la eutanasia es absolutamente legitima y que cada persona debe decidir sobre sus procesos vitales y mortales. Sin embargo, la noticia me dejo la boca seca. Algo en mi no puede entender que un poeta halla decidido que el ÉXITO es mas importante que la vida.
Porque lo que se pierde con alzheimer es el éxito. El ideal occidental del genio se derrumba frente a la posibilidad de necesitar que le limpien a uno el culo. Pero no se acaban los afectos (el amor, es lo ultimo que se olvida, a pesar de que un enfermo no sepa el nombre de su ser amado, siente la empatia y reconoce que esta seguro), y mas allá de los afectos, siempre, hasta la muerte, queda el sentir el viento entrar por la ventana, quedan las plantas y los aromas.
Uno puede dejar de ser exitoso y no pasa nada. La vida es demasiado hermosa y cabrona para decirle NO solo por el miedo a que le cambien el pañal. A mi y a todos ya nos cambiaron el pañal cuando recién llegamos al mundo, por qué entonces nos asusta tanto que nos lo cambien cuando nos estamos despidiendo de él, si estamos seguros de que eso sera un acto amoroso y no otra cosa.
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