martes, 11 de noviembre de 2008

Wadi

No sé si su nombre se escribe así. Pero se pronuncia "guadi". Lo conocí hace como 15 años. Yo hacía danza azteca en el zócalo de Cuernavaca y él siempre estaba paseando por ahí. Era amigo de Camilo y de Kristos. Vivía en una casa enorme cerca del centro que le heredaron sus padres. Él tendría unos 35 años y yo tendría 13 o 14. Me parecía viejísimo. Siempre se rumoreo que tenía SIDA, quizá por el extraño color de su piel –moreno oscuro y pálido al mismo tiempo-, o su escuálida complexión, o quizá como simple prejuicio adolescente ante su evidente amaneramiento, pero el caso es que los años han pasado y él se sigue viendo igual.
Desde aquel entonces Wadi hablaba con una particular obsesión de Pola, su psicoanalista, a la cual sigue viendo un par de veces por semana. Siempre ocupado con conversaciones sobre el cuerpo y la enfermedad, sobre Lacan y sobre sus variados negocios. Alguien me contó que sus padres eran jugadores compulsivos de pokar, y que tuvo una infancia de lo más extraña.
Un día dejé de verlo. No sé si él desapareció o si yo dejé de andar de vaga por el centro. Me mudé al DF y lo olvidé.
Hasta que un día caminando por Eje 5 me lo encontré. Su apariencia era la misma, salvo que llevaba el pelo blicheado y con un corte de picos como de adolescente. Platicamos un rato en la calle, pero yo llevaba prisa. Me dijo que estaba viviendo en los alberges de López Obrador y que seguía viendo a Pola.
Hace unos días lo volví a ver en Cuerna y nos sentamos a platicar. Me pidió cinco pesos para un cigarro y se lo fumo conmigo. Platicamos sobre mi vida y su vida. Me dijo que estaba viviendo en la terminal de autobuses. Le pregunté si era feliz con eso y me dijo que lleva diez años viviendo en la calle, siendo indigente. Que había tomado una decisión y estaba contento con ella. Le pregunté por el frío y me enseñó un par de suéteres que traía en su mochila. A veces hacía pausas como meditando realmente si era feliz o no, y concluía invariablemente diciéndome pero estoy bien.
Me contó que sigue en psicoanálisis y que le cobra $100. Trabaja vendiendo anillos en la calle y con eso saca para la torta, el cigarro y la terapia. Debo aclarar que Wadi no parece alguien que vive en la calle. Su ropa esta limpia al igual que él. Esta rasurado y no parece mal comido. Me cuenta que visita a sus hermanas seguido y me imagino que ahí se da unos buenos baños.
Lo que me impresiona de Wadi es que es un ser que contradice todos los preceptos morales de occidente. No es un loco, ni un yonqui, ni un revolucionario. Es simplemente alguien a quien el sistema de vida casa-familia-coche no le satisface ni le interesa. Es un nómada contemporáneo. Lleva en su cuerpo su casa, como un caracol, y disfruta de la contemplación urbana más que de la idea de la estabilidad.

Me gusta Wadi. Quiero ser su amiga.

7 comentarios:

Ana Jácome dijo...

Una contradicción por completo. Una blasfemia, imagino que algunos dirían, para la sociedad contemporánea.
El rechazo total....sólo puedo pensar: ¿podría yo hacerlo, me atrevería?
Quisiera conocerlo.

La próxima vez que lo encuentres podrías preguntarle sobre la libertad, ¿cómo sentirá Wadi la libertad?

Larisa Escobedo dijo...

puta, ni idea. le preguntare.

Violeta Vázquez-Rojas dijo...

Cómo me atraen los jomles voluntarios. Qué manera de mandar al carajo, de ser uno y su alma. A veces lo he pensado. No me atrevería. De imaginarme me da mucho frío. Y me duele la espalda. Y me dan miedo los otros jomles, que me roben los zapatos.

¿Qué tienen las casas que nos tienen adentro?

De pensar en ser jomles me da luego luego jomsickness.

Larisa Escobedo dijo...

es una pregunta lindisima... que tienen las casa que nos tienen dentro? que tiene la arquitectura?

que es la arquitectura?

Guergana Tzatchkova dijo...

No manches, ¿el Wadi no era un wey bien buena onda que tenía una casa y se le metieron unos ocupas y ya no lo dejaron entrar más?

Ese chisme me lo contó Leonardo.

No mames!!!!! El Wadi!!!

Guergana Tzatchkova dijo...

En Cuerna al menos se puede ser homeless, a mí me gustaría poder serlo pero aquí en Barcelona hace frío en invierno, y los otros homeless de aquí igual tampoco son tan buena onda como el Wadi.

Larisa Escobedo dijo...

mmm... pues si tenia su casota... pero segun yo, mas bien hubo una onda familiar y las hermanas se quedaron con la casa... aunque neta no se...

si, tambien aca en df esta cabron la vagancia, con el puto frioooo...